miércoles, 22 de octubre de 2008

El dragon y el fenix


Cuando todavía las aguas no estaban controladas y los ríos en su desborde arrasaban los campos, la diosa madre procreó benéficos descendientes que terminaron ordenando ese caos diluvial.
Trabajando en el control de los ríos, de los lagos, del mar y de las nubes, los brillantes dragones navegaron por las aguas y el cielo. Con zarpas de tigre y garras de águila, rasgaban con estruendo las cortinas de lo alto que chispeando ante el descomunal embate dejaban en libertad a las lluvias.
Ellos dieron cauce a los ríos, contención a los lagos y profundidad a los mares. Hicieron cavernas de las que brotaba el agua y por conductos subterráneos las llevaron muy lejos para que surgieran de pronto, sin que el asalto abrasador del sol las detuviera.
Trazaron las líneas que se ven en las montañas para que la energía de la tierra fluyera, equilibrando la salud de ese cuerpo gigantesco. Y muy frecuentemente tuvieron que luchar con las obstrucciones que provocaban los dioses y los hombres ocupados en sus irresponsables afanes.
De sus fauces brotaba como un humo la niebla, vivificante y húmeda, creadora de mundos irreales. Con sus escamosos cuerpos serpentinos cortaban las tempestades y dividían los tifones. Con sus poderosos cuernos; con sus afilados dientes, ningún obstáculo era suficiente, ningún enredo podía permanecer.
Y gustaban de aparecerse a los mortales. A veces en los sueños, a veces en las grutas, a veces en el borde de los lagos, porque en éstos solían tener sus escondidas moradas de cristal en las que bellos jardines se ornaban con frutos destellantes y con las piedras más preciosas.
El Long inmortal, el dragón celeste, siempre puso su actividad (su Yang) al servicio del Tao y el Tao lo reconoció permitiéndole estar en todas las cosas, desde lo más grande a lo más pequeño, desde el gran universo hasta la partícula insignificante. Todo ha vivido gracias al Long. Nada ha permanecido inmutable salvo el Tao innombrable, porque aún el Tao nombrable muda y se transforma gracias a la actividad del Long. Y ni aún los que creen en el Cielo y el Infierno pueden asegurar su permanencia.
Pero el Long ama al Feng, al ave Fénix que concentra el germen de las cosas, que contrae aquello que el Long estira. Y cuando el Long y el Feng se equilibran el Tao resplandece como una perla bañada en la luz más pura.
No lucha el Long con el Feng porque se aman, se buscan haciendo resplandecer la perla. Por ello, el sabio arregla su vida conforme al equilibrio entre el Dragón y el Fénix que son las imágenes de los sagrados principios del Yang y el Ying.
El sabio se emplaza en el lugar vacío buscando el equilibrio. El sabio comprende que la no-acción genera la acción y que la acción genera la no-acción. Que el corazón de los vivientes y las aguas del mar, que el día y la noche, que el invierno y el verano, se suceden en el ritmo que para ellos marca el Tao.
Al fin de esta edad, cuando el universo haya llegado a su gran estiramiento, volverá a contraerse como piedra que cae. Todo, hasta el tiempo, se invertirá volviendo al principio. El Dragón y el Fénix se reencontrarán. El Yang y el Ying se compenetrarán, y será tan grande su atracción que absorberán todo en el germen vacío del Tao. El cielo es alto, la tierra es baja; con esto están determinados lo creativo y lo receptivo... con esto se revelan los cambios y las transformaciones.
Pero nadie puede saber realmente cómo han sido ni cómo serán las cosas, y si alguien lo supiera no podría explicarlo.
El que sabe que no sabe es el más grande; el que pretende que sabe pero no sabe, tiene la mente enferma. El que reconoce la mente enferma como que está enferma, no tiene la mente enferma. El sabio no tiene la mente enferma porque reconoce a la mente enferma como la mente enferma.

El niño y el dragon


Hace mucho tiempo en un pequeño pueblo chino, vivía un terrible dragón. Nadie lo había visto, pero los padres asustaban a sus hijos diciendo: ¡Si no eres obediente El terrible dragón saldrá de su cueva y te llevará con él! Tiene el cuerpo largo y lleno de escamas como una serpiente y los ojos saltones como una langosta. La barba de un hombre, las zarpas de un tigre y las garras de un águila! Los niños del pueblo estaban muy asustados. Pero había un niño pequeño en el pueblo llamado Wen Li, que no tenía miedo a nada. El no se creía la historia del dragón, ni siquiera cuando hacía travesuras. Cuando el dragón salía en la conversación, él decía : ¡En verdad, no tengo miedo a dragones que viven en cuevas! ¡Y cuando me encuentre con uno de frente, estoy seguro que seré valiente! Wen Li iba a cumplir diez años. En China, se celebra mucho el décimo cumpleaños. Así que, los padres de Wen Li iban a prepararle una gran fiesta. ¡Cuando invitéis a la gente, me gustaría invitar a alguien muy especial! - dijo Wen Li a sus padres. ¿A quién? - preguntó su madre. ¡Me gustaría invitar al terrible dragón. Nunca le he visto y me gustaría conocerle! -dijo Wen Li. Sus padres contestaron: ¡Eso es imposible. Nadie ha visto nunca al terrible dragón! Pero eso no le desanimó. Al día siguiente, su madre le preparó su cesta de comida donde puso fan cocido con repollo salado y le mandó a jugar. Con su comida bajo el brazo, se fue hacia las montañas que rodeaban el pueblo. ¡Debe haber una cueva por algún sitio! - pensó Wen Li. En la segunda montaña, se acercó a la entrada de una cueva que estaba cubierta con telarañas. Wen Li puso su cesta de comida en el suelo, se acercó a la entrada de la cueva y dijo: ¿Hay alguien ahí? ¿Ni hao ma? Wen Li oyó ruidos que salían del interior de la cueva. Retumbos. Rugidos. Los ruidos se oían cada vez más y más cerca, y de repente, apareció un terrible dragón con un cuerpo largo y lleno de escamas como una serpiente y los ojos saltones como una langost a. La barba de un hombre, las zarpas de un tigre y las garras de un águila. Wen Li estaba asustado pero se quedó donde estaba y se dijo: ¡En verdad, no tengo miedo a dragones que viven en cuevas! ¡Y cuando me encuentre con uno de frente, estoy seguro que seré valiente! El dragón retrocedió y reclinó la cabeza. Y con voz baja y temerosa dijo: ¿Qué quieres? ¡Voy a tener una fiesta de cumpleaños y me gustaría invitarte! - dijo Wen Li. Wen Li se dió cuenta de que las escamas del dragón estaban polvorientas y sus garras rotas y sucias. El dragón no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Por qué lloras? - le preguntó Wen Li. "En todos los años que he vivido en esta cueva nadie ha sido nunca amable conmigo. Me encantaría ir a tu fiesta de cumpleaños. ¡Súbete a mi espalda y te llevaré a casa! - dijo el dragón.
Wen Li se subió a la espalda del dragón. Miró hacia abajo y vio que las lágrimas del dragón formaron un río. Río abajo iba Wen Li encima del dragón. Cuando llegaron al pueblo, todos se fueron corriendo a esconderse. ¡Ha llegado el dragón! - gritaban. Pero uno a uno, notaron que Wen Li sonreía y que el dragón era en realidad un barco de vapor con forma de dragón. El dragón se había convertido en un barco y Wen Li era el capitán. Llegaron gentes de los alrededores para celebrar el décimo cumpleaños de Wen Li y se subieron todos en el barco dragón. En el festival de barcas dragón de aquel año Wen Li tuvo el barco más grande y más bonito de todos. Desde aquel día, Wen Li fue muy admirado en todo el pueblo. Cuando pasaba, todos recordaban su aventura y se decían unos a otros: ¡Haz el bien y no mires a quién!

Los 8 inmortales


Los ocho inmortales (chino: 八仙, pinyin: Bāxiān, Wade-Giles: Pa Hsien) son un grupo de deidades de la mitología china, según la cual existieron terrenalmente y nacieron durante las dinastías Tang o Song, viviendo en la montaña Penglai (蓬莱山, 蓬萊山, Pénglái shān). Fueron descritos por primera vez durante la dinastía Yuan y en la literatura occidental anterior a los años setenta del siglo XX se les conoce a veces como "Los Ocho Genios". Son adorados dentro del taoísmo pero también en la cultura china popular. Los miembros del grupo rara vez aparecen por separado y los poderes de cada uno de ellos pueden ser transferidos a sendos utensilios que pueden dar la vida o destruir el mal y que son conocidos como An Baxian (暗八仙, Àn Bāxiān, "Los Ocho Inmortales Escondidos"). En chino dan nombre a la hortensia (八仙花,Bāxiān huā, "Flor de los Ocho Inmortales").

El mito de los cuatro dragones


Hace mucho tiempo, cuando no había ríos ni lagos en la Tierra sino solamente el mar del Este, habitaban en él cuatro dragones: el Gran Dragón, el Dragón Amarillo, el Dragón Negro y el Dragón Perlado. Un día, los cuatro dragones volaron desde el mar hacia el cielo, en donde comenzaron a jugar con las nubes.
De pronto uno de los dragones dijo a los demás “¡Vengan rápido a ver esto, por favor!”
"¿Qué sucede?” preguntaron al unísono los otros tres, mirando hacia donde apuntaba el Dragón Perlado.
Abajo, en la Tierra, se veía una multitud ofrendando panes y frutas y quemando incienso. Entre el gentío se destacaba una anciana de cabellos blancos, arrodillada en el suelo con un niño pequeño atado a su espalda. Ella rezaba: “Dios de los Cielos, por favor, envíanos pronto la lluvia para que tengamos arroz para nuestros niños”. Y es que no había llovido por largo tiempo. Los cultivos se secaban, la hierba estaba amarilla y la tierra se resquebrajaba bajo el sol ardiente.
"¡Cuán pobre es esta gente!” dijo el Dragón Amarillo, “y morirán si no llueve pronto”. El Gran Dragón asintió. Entonces propuso "Vayamos a rogarle al Emperador de Jade para que haga llover”.
Dicho lo cual dio un salto y desapareció entre las nubes. Los demás lo siguieron de cerca y todos volaron hacia el Palacio del Cielo. El Emperador de Jade era muy poderoso, pues estaba a cargo de los asuntos del cielo y de la tierra. Al emperador no le agradó ver a los dragones llegar a toda velocidad.
"¿Qué hacen aquí? ¿Por qué no se comportan como es debido y se quedan en el mar? El Gran Dragón se adelantó y dijo: “Los cultivos de la Tierra se secan y mueren, su majestad. Le ruego que envíe pronto la lluvia”. “Muy bien. Primero vuelvan al mar y mañana enviaré la lluvia”, dijo el emperador. Los cuatro dragones le agradecieron y regresaron muy alegres. Pero pasaron diez días y ni una sola gota de agua cayó del cielo. La gente sufría más, algunos comían raíces, algunos comían arcilla, cuando ya no hubo más raíces. Viendo esto, los dragones se pusieron muy tristes, pues sabían que el Emperador de Jade sólo se preocupaba por su propio placer y nunca se tomaba a la gente en serio. Sólo ellos cuatro podían ayudar a la gente, pero ¿cómo hacerlo? Mirando hacia el vasto océano, el Gran Dragón dijo tener la solución.
"¿De qué se trata? ¡Habla ya!” dijeron los otros tres. "Miren. ¿No hay muchísima agua en el mar en donde vivimos? Podríamos tomarla y arrojarla hacia el cielo, entonces caería como si fuera lluvia y se salvarían la gente y sus cultivos” dijo el Gran Dragón. “¡Buena idea!” dijeron los demás aplaudiendo.“Pero”, advirtió el Gran Dragón, “si el emperador se entera nos castigará”. "Haría cualquier cosa con tal de ayudar a la gente” dijo el Dragón Amarillo. "Entonces comencemos. De seguro no nos arrepentiremos” dijo el Gran Dragón. El Dragón Negro y el Perlado no se quedaron atrás y volaron hacia el mar para llenar sus bocas de agua, que luego soltaron sobre la Tierra. Los cuatro dragones iban y venían y el cielo se oscureció de tanta actividad. No pasó mucho rato hasta que el agua del mar estaba derramándose en forma de lluvia sobre toda la Tierra.
"¡Llueve, llueve! ¡Los cultivos se salvarán!” toda la gente saltaba y gritaba de alegría. Las espigas de trigo y el sorgo se enderezaron. El Dios del Mar descubrió lo que estaba sucediendo e informó al emperador.
"¿Cómo se atreven los cuatro dragones a dar lluvia sin mi permiso?” El Emperador de Jade estaba furioso y ordenó a las tropas del cielo que apresaran a los dragones. Los dragones, en evidente inferioridad numérica, no pudieron defenderse y pronto fueron arrestados y llevados al Palacio del Cielo.
"Ve y pon cuatro montañas sobre los cuatro dragones, para que nunca más puedan escapar” ordenó el emperador al Dios de las Montañas. Este uso su magia para que cuatro grandes montañas aparecieran volando y cayeran sobre los cuatro dragones. Aún así, los dragones nunca se arrepintieron de sus actos. Decididos a ayudar a la gente por toda la eternidad, se convirtieron en cuatro ríos, que corrieron atravesando las montañas y los valles, cruzando el territorio de oeste a este para llegar finalmente a su hogar, el mar. Y así se formaron los cuatro grandes ríos de China: el Heilongjian (Dragón Negro) en el norte, el Huanghe (Río Amarillo) en el centro, el Changjiang (Yangtze, o Gran Río) en el sur y el Zhujiang (Perlado) mucho más al sur.

viernes, 17 de octubre de 2008

El fin del caos


Como en muchos casos de otras culturas hay diferentes versiones para cada mito. A pesar de las múltiples versiones, todas coinciden en que el fin del caos daría comienzo a que se desarrolle el universo.
Hu, el emperador del mar del norte y Shu, el emperador del mar del sur, acostumbraban encontrarse a mitad de camino entre sus respectivos dominios. Esta región pertenecía a Hum-Tun (este nombre significa Caos), que era el emperador de la región del Centro. Hum- Tun era muy amable y hospitalario, pero tenía un defecto: carecía de los siete orificios primordiales, para ver, oír, comer y respirar.
Como agradecimiento a tanta hospitalidad, Hu y Shu decidieron crearle los orificios a razón de uno por día. Pero el séptimo día Hum-Tun murió.
Al desaparecer el Caos surgió el universo.

La creacion del mundo


Caos era como un huevo de gallina.
En esos tiempos no existía ni la tierra ni el cielo.
De ese huevo nació Phan-Ku. Las partes del huevo se separaron. Las partes pesadas formaron la tierra y las livianas el cielo. Estas partes luego se llamarían Ying y Yang.
Por el término de 18.000 años la distancia entre el cielo y la tierra se incrementaron a razón de 3 metros por día y Phan- Ku creció de la misma forma llenando el espacio entre uno y otro.
A Phan- Ku se lo representa como a un duende vestido con piel de oso o con hojas de árboles.
Cuando Phan –Ku muere, entonces las partes de su cuerpo se transforman en los distintos elementos naturales. Algunas fuentes dicen que de su cabeza salieron las montañas. El sol y laguna de sus ojos, los ríos y océanos de su cara, las plantas de sus cabellos.
Otras fuentes dicen que de sus lágrimas brotaron ríos y mares, que de su aliento, el viento, de sus ojos la luz y de su voz el trueno.

La creacion del hombre


Cuando se separaron el cielo de la tierra, todavía no existía el hombre.
La diosa Un-Kua, esposa de Fu- Hsi, modeló al hombre con tierra amarilla.
Modeló algunos hombres y como la tarea era muy pesada se cansó y decidió tomar un trozo de cuerda y embeberlo en barro. Luego, elevaba la cuerda y de ella caían gotas de barro.
Dice la leyenda que de los primeros hombres modelados por Un- Kua, nacieron los ricos y poderosos y de los que se formaron a partir de las gotas de barro que caían de la cuerda, salieron los pobres y humildes.
Otra Leyenda sobre la Creación del Hombre
Una vez que elcielo y la tierra fueron creados y las plantas y animales se desarrollaron, Phan-Ku estaba insatisfecho pues no existía ningún ser con capacidad de razonar.
Entonces, Phan-ku modeló al hombre y a la mujer en arcilla. Este trabajo le llevó todo un día. Al secarse se impregnaron del Ying y el Yang y de este modo se convirtieron en seres humanos.
Phan-Ku realizó una gran cantidad de modelos de arcilla, pero cuando se estaban secandal sol, aparecieron nubes de tormenta y temiendo que se estropeara su trabajo, decidió trasladar los modelos de arcilla bajo resguardo con una pala de hierro.
Phan-Ku se apuró, pero la tormenta se desató antes que terminara el traslado y algunas de las figuras de arcilla se dañaron. Así explican la aparición de personas defectuosas y minusválidas.

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